EL LUJO ES UN ESTADO MENTAL

 

Por: Pepe Treviño

 

 

El primer artículo de lujo que he tenido en mis manos fue una guitarra Gibson, modelo Les Paul. Yo tenía apenas 14 años y aunque era guitarra de segunda mano, desde el momento en que puse mis ojos en esta belleza sabía que se trataba de una guitarra icónica y desde luego costosa, un objeto de deseo que se encontraba fuera de mi presupuesto, así que cada vez que tenía oportunidad me desplazaba hasta esa tienda de música ubicada dentro del centro comercial Plaza Satélite para admirarla.

Con los años aprendí a tocar música, pero nunca cumplí mi deseo por tocar esa guitarra, hasta 20 años después, cuando fui un afortunado huésped del hotel Le Royal Monceau, el alucinante complejo de hospedaje parisino diseñado por el mismo Philippe Starck, donde el huésped tiene la oportunidad de solicitar un equipo de grabación, incluida una guitarra Gibson Les Paul.

Así, como si se tratara de una señal, aquel momento transformó mi forma de ver el mundo. París, la música, mi propia presencia, todo era diferente a lo que yo concebía como lujo. Era una especie de rockstar rodeado de confort, diseño y placeres hedonistas, corroborando que los sueños materializados son la respuestas al lujo auténtico. Incluso me despedí de aquella forma lastimera de lo que yo creía era vivir y decidí conseguir otro trabajo en mis horas libres para sumar efectivo en mi cuenta bancaria y así satisfacer mi hambre de conseguir momentos mágicos, de descubrir el lujo bajo mi propia perspectiva, sin importar que los desvelos por trabajar a deshoras tatuaran mi rostro con arrugas que cambiarían mi semblante por el resto de mis días.

Hoy descubro que la conceptualización de la magnificencia es distinta, más no diferente a lo que el ser humano entiende. Actualmente con la venta de artículos de lujo brotan nuevos contornos sin precedentes, impulsados por el mainstream y el desprecio de los Millennials por la herencia sin innovación. Desde logotipos bastardos hasta mercadotecnia hecha al vapor, galvanizada por un grupo de personas “famosas” de Instagram que toman disparos instantáneos para satirizar, subvertir o desmantelar códigos de marcas antes sagradas.

Si bien el respeto por el patrimonio (como lo conocemos tradicionalmente) no está muerto, ciertamente ya no es lo suficientemente mágico como para satisfacer los apetitos de lujo más jóvenes, de la generación nativa del mundo digital, la misma que considera que la calidad y la singularidad son más importantes que el patrimonio en sí.

Esto es muy claro para todo el consumidor de este segmento, hoy el gusto de cada individuo es un comando de vanguardia donde la capacidad de remodelar y remezclar el status quo actual es la quimera para crear y mantener nuevas tendencias de lujo, incluyendo cualquier referencia cultural del mundo pop para trascender en cualquier momento, incluyendo la muerte.

¿Será que el arte funerario que yo deseo es poder ser enterrado con una guitarra Les Paul?

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