ALMUERCERAS: PROOVEDORAS DE ANTOJITOS

ALMUERCERAS: PROOVEDORAS DE ANTOJITOS

Las mujeres siempre han sido excelentes administradoras en cuanto a bebidas espirituosas se refiere. Ya sea en Francia con los viñedos durante la Segunda Guerra Mundial, o en Estados Unidos, durante la Ley de la Prohibición, el poder femenino ha logrado mantener viva a esta industria gracias a su audacia e ingenio.
Pero en México, más allá de las mezcalilleras, en Oaxaca, tuvimos, en el centro de México, a las almuerceras, mujeres indígenas que se dedicaban a al arte del fogón en el siglo XVII para alimentar a los parroquianos que llegaban a las pulquerías para saciar su sed.
Pero antes que las almuerceras se dedicaran a cocinar afuera de los establecimientos, estas mujeres de piel de bronce eran mercaderes ambulantes de pulque y agua miel. Sin embargo, el gobierno impidió la venta de pulque en las calles para evitar que los hombres, que bebían hasta el hartazgo, hicieran desmanes sin control alguno. Pero también impidió que las mujeres pudieran entrar a dichos establecimientos, del mismo modo que les prohibió la comercialización de esta bebida mexicana, dejando el negocio directamente en manos de los hombres con dinero.
De esta manera, las mujeres indígenas, imposibilitadas a acceder a un local o continuar con el negocio, echaron a andar la creatividad para seguir con su changarrito. Así se instalaron a los alrededores de las pulquerías para vender un plato de almuerzo, una rebanada de pan, una tortilla y un jarro de pulque de medio cuartillo, todo a un precio razonable para los más pobres que deseaban beber y comer algo. Un negocio que se mantuvo por más de un siglo.
Durante los siglos XIX y XX todavía se les podía encontrar a las afueras de las pulquerías de la CDMX. Hoy las almuercerías han evolucionado hasta convertirse en puestos de anotjitos callejeros, fonditas o cenadurías.

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