LA SECTA DE JACK DANIELS

 

 

Por Arturo J. Flores

 

Frank Sinatra no coincidía con Groucho Marx. Mientras el comediante sostenía que nunca pertenecería a un club que lo admitiera como a un socio, el famoso cantante presidió uno del cual fue el único integrante. El Jack Daniel’s Country Club nunca existió. Pero el intérprete de inolvidables ojos azules portó hasta su muerte un parche alusivo en su chaqueta. Igual que Bela Lugosi que se hizo sepultar con su disfraz de vampiro, Sinatra exigió que cuando muriera junto a su cuerpo sin vida se colocara una botella del whiskey fabricado en Lynchburg, Tennessee. Él era el presidente y único miembro registrado de una sociedad secreta de bebedores de la bebida favorita de las estrellas de rock y que pese a sus centenas de apariciones en cine, jamás ha pagado un centavo por ello.

Parte de las pasiones que desata esta espirituoso color ámbar, suavizado con carbón de maple y añejada en barricas de roble blanco que se utilizan una sola vez, radica en su poder para contar historias. Una vista a su destilería, ubicada en un poblado remoto en el que sólo existe un semáforo, representa para los más de 250 mil viajeros de más de 30 países, que año con año reservan una visita guiada, un bastión del señor Sinatra.

Cada detalle colocado en la botella tiene algo qué decir. Sobre esos envases de felicidad pesa una misma maldición, una auténtica paradoja. Son hechas en un lugar con Ley Seca. Desde hace más de 100 años, propiamente en 1909, está prohibido vender alcohol en Lynchburg. La Destilería elude la ley de una forma muy simpática. Te venden una botella de Jack vacía en 30 dólares. Pero después te la llenan de whiskey completamente gratis. No puede uno reconocer semejante artimaña sino recordando la canción Breaking the law, de Judas Priest. Hay que decir además que la forma cuadrada de las botellas se debe a que su creador, Jasper Newton Daniel, no quería que éstas pudieran rodar si es que a los bebedores se les caían en la mesa de las tabernas.

 

MUJERES, MUERTE Y ESTRELLAS DE ROCK

La etiqueta, que no ha sufrido modificaciones notables en más de un siglo, también tiene su historia. En cada una aparece la leyenda “Old No. 7”, aunque nadie sabe exactamente qué significa. Las dos teorías más socorridas apuntan en direcciones completamente opuestas. La primera dice que Jasper eligió la séptima receta de muestra como la buena para beberse, además del parecido que tienen la letra J, su inicial, y el número 7. La segunda es que son Jack, que se hizo con el registro de la Destilería a los 16 años por conducto del ministro luterano que lo crio, era un hombre que despertaba grandes pasiones entre las mujeres. De ahí que el número 7 se refiriera al número de novias que dejó cuando murió. Una pista que pudiera aclarar esta última leyenda lo acompaña hasta la muerte. Su tumba, ubicada en el cementerio de Lynchburg y visitada religiosamente por los bebedores de Jack Daniel’s, cuenta a uno de sus costados con una banca. Se dice que fue puesta ahí para que las viudas pudieran sentarse a llorar.

Acerca de su muerte hay otra curiosa leyenda. Jasper llegó una mañana de 1911 (su fecha exacta de nacimiento se desconoce ya que su acta se quemó durante un incendio en el registro de Lynchburg) muy temprano a su oficina. Había olvidado la combinación de su caja fuerte. De modo que la pateó, furioso, y la herida que le quedó, como no fue atendida, se infectó y acabó por matarlo. Dicen que sus últimas palabras fueron: “nunca lleguen temprano a trabajar”.

Esa misma adicción al dulce aroma y sabor de las mujeres hermana a Jesper con quien fuera uno de sus admiradores más fieles y con el que compartió la pasión por vivir “a su manera”. El antes citado señor Frank Sinatra.

Pero él no fue la única estrella de la música que sucumbió al hechizo del whiskey americano. Otros como el guitarrista de Slash, que ya no bebe; Tommy Lee, el baterista de Mötley Crüe, y el fallecido bajista y cantante de Mötorhead, Lemmy Kilmister tuvo cada uno su historia con Jack.

En el caso del primero, se cuenta que cuando aún tomaba de manera salvaje, le pedía a sus amigos que le obsequiaran una botella en su cumpleaños de manera que se mantendría abastecido el resto de los meses. Tommy, mientras estuvo casado con Pamela Anderson, llenaba los limpiaparabrisas de su colección de automóviles deportivos con litros del whiskey y Lemmy, hasta su muerte, no pasaba un día sin remojarse los labios con su coctel favorito: Jack Daniel’s con Coca-Cola.

Todos ellos hubieran podido ser miembros destacados y honorables del Jack Daniel’s Country Club, si hubiera existido fuera del corazón de Sinatra. Sin embargo, lo que sí existe es el Tennesse Squire, un club de bebedores selectos del elíxir, fundado en 1956, con el objetivo de compartir su pasión por la historia de Jack… siempre con un vaso en la mano. La entrada se puede hacer sólo por invitación de otro integrante y cada uno de ellos recibe un título de propiedad de un pequeño lote de la Destilería. En ella hay un salón VIP para los Tenneesse Squire.

Curiosamente, así como la de Sinatra, está Asociación sólo tiene una regla. Una nos recuerda al Club de la Pelea: “No se habla del Tennesse Squire fuera del Tennesse Squire”.

Así que para contarles lo que sucede en ese salón secreto, tendré que esperar a ser aceptado.

 

 

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