LA VIDA: EL MAYOR LUJO

LA VIDA: EL MAYOR LUJO

Por Pepe Treviño / @pepe_trevino

Hoy vivir es un lujo, pero parece ser que pocos lo entienden o lo han entendido. Estar recluido en nuestras casas es uno de los peores castigos que ha sufrido la raza humana.

El derecho primordial ha sido derogado por nosotros mismos, hoy tenemos libertad pero no la podemos ejercer, nos hemos transformado en una plaga mortal. Hemos cansado a la Pachamama y también hemos roto los paradigmas para disfrutar de lo más elemental: vivir.

Si, al día de hoy nuestra existencia nos exige reinventar la rueda. Tenemos que confeccionar la nueva realidad para en- tender que la normalidad era en realidad un mal sueño. Mira que tener más armamento que camas de hospital. Pero a pesar que un alto índice de la humanidad optamos por preservar y entender la vida, al día de hoy existen personas que han decidido dejar de ver el sol.

Así lo dicta la Organización Mundial de la Salud (OMS), una persona se quita la vida cada 40 segundos, a pesar del in- cremento en el número de países que cuentan con estrategias nacionales para la prevención del suicidio, demostrando que el marketing y los slogans que afirman Coca Cola te hace feliz, un auto costoso te hace exitoso o llevar a tus hijos a Disney te hace sentir orgulloso, hoy son palabras huecas, una falacia. Increíble que ante esta pandemia generada por el virus COVID-19, donde la mayoría de los habitantes de esta aldea global estamos recluidos para evitar el contagio, hay seres humanos que han perdido la fe y el anhelo por vivir debido a factores relacionados con la salud y calidad de vida.

“Se necesita mucha fuerza para tomar la decisión de hacerlo, no se si soy cobarde o valiente, pero debo despedirme de la agonía”, responde el señor Rourke, un jubilado holandés, de 73 años, al preguntarle sobre el suicidio asistido. Confiesa que lo acepta, pero le resulta doloroso tener que recurrir a Exit, Dignitas o Eternal Spirit, tres de las asociaciones que en Suiza ayudan a quienes quieren terminar con su vida. “No creo que sea la salida más fácil. Todo lo contrario, al final, soy yo mismo el que debe tomar la dosis letal, por eso me resulta difícil en- tender por qué necesito de un permiso para morir”, explica pensativo.

¿Qué podemos hacer si nos preocupa morir con dignidad y paz? Pero también ¿Qué pasa por la cabeza de los seres queridos del paciente que desea aca- bar con su vida?

Es verdad, generalmente la eutanasia aparece en las noticias como resultado de una discusión ética en torno a la legalidad de su aplicación. Sin embargo este tema ha captado la atención de gobiernos y ONG ́s debido a otro controversial tema: el turismo de eutanasia o suicida.

Sin duda es una extraña combinación de palabras. El “turismo” es asociado a una experiencia feliz, pero la palabra “suicidio” sigue siendo un enigma, por ello la definición del concepto que envuelve al “turismo suicida” es todo un fenómeno y, digamos, que una tendencia donde cada vez más personas viajan a un país que lo ofrece como una opción legal, porque el acto está prohibido o es restrictivo en su país de origen, aunque muchos lo hacen de manera ilegal. Incluso algunos turistas

han visitado México para comprar una sustancia en las tiendas de mascotas que normalmente está destinada para sacrificar gatos o perros, otros se desplazan a Suiza para llevar a cabo un pacto suicida en un departamento alquilado, con la ayuda de grupos y ONG ́s que apoyan el derecho a morir, o bien a San Francisco para saltar del puente Golden Gate.

Actualmente hay un aumento notable en el número de pacientes que viajan a Bélgica, donde los “asesinatos de misericordia” han sido legales desde 2002. La afluencia procede principal- mente de los otros 27 países miembros de la Unión Europea, donde Francia en- cabeza la lista.

Con todo ello, antes que Bélgica se convirtiera en la llamada “capital mundial de la eutanasia”, esa distinción pertenecía a Suiza, país conocido como el “destino final” entre los suicidas en potencia, ya que el suicidio asistido se ha permitido desde el año 1942, donde actualmente operan ocho clínicas de derecho a morir.

En la actualidad hay otros países que permiten abiertamente la eutanasia pasiva, como Luxemburgo, Suiza, Ca- nadá, Países Bajos, Bélgica, Colombia y Australia. En Estados Unidos, Oregón fue el primer estado en legalizarlo en 1997, seguido de Washington, Vermont, Hawái, Nueva Jersey y Maine.

 

¿EL TERCER MUNDO ESTÁ PREPARADO PARA LA MUERTE ASISTIDA?

Es verdad que el lamento se puede extender hasta el infinito para un ser humano que padece de una terrible y dolorosa enfermedad, pero en México aún hay muchas situaciones qué sortear, entre ellas la tradición católica, que en conjunto con los sectores más conservadores rechazan rotundamente esta acción. Donde algunos ven un triunfo de la empatía y la compasión y otros hablan de una “cultura de la muerte”.

Pero la decisión del bien morir es también un atajo para que se lleven casos de eutanasia involuntaria en México, tal y como ha sucedido en Holanda, donde esto ha ocurrido por los familia- res que no desean mantener pacientes en etapa terminal por los altos costos que genera, un problema que podría acontecer en México una vez regulada y autorizada la eutanasia, donde podrían morir pacientes que no han solicitado su muerte o cuando el gobierno decidiera que los recursos destinados al sector salud no podrían seguirse empleando en pacientes que se encuentran en el umbral de la muerte. Pues como lo sabemos, la ley, en México, fue creada para ser fracturada.

Sin embargo así no lo piensa Alfonso Ugalde, paciente enfermo de cáncer en el esófago que se encuentra hospitalizado en una clínica de Pemex de la CDMX. El señor Ugalde no puede hablar y se comunica mediante mensajes escritos en papel, donde señala: “ni siquiera puedo decir con mi propia voz que me quiero morir y tampoco nunca va a suceder, los doctores saben que estoy desahuciado pero no entienden el dolor y la tristeza por la que atravieso, aunque un persona sana puede morir durante un atentado terrorista ejecutado por algún cártel del narcotráfico, sin que los gobiernos mexicanos impartan justicia o los grupos religiosos siquiera le dediquen un rezo a los caídos. Me molesta no poder decidir mi muerte”.

La legalización de la eutanasia en México no se llevará a cabo pronto, a pesar que en el mes de julio del año 2019 el Senado de la República aprobó por unanimidad la reforma al artículo IV de l a Constitución con el fin de garantizar los cuidados paliativos y con ello “una muerte digna a los enfermos terminales”.

”No se trata de eutanasia ́”, precisó el senador Miguel Ángel Mancera (PRD), pues la enmienda establece que “toda persona tiene derecho a la protección de su salud en condiciones de dignidad”.

VIAJEROS SIN RETORNO

Pero regresando a los viajeros suicidas hay que reconocer que esto siempre ha sucedido a lo largo de la historia. Más allá de la depresión hay una serie de personas que se encuentran en una constante búsqueda del destino ideal para morir. Tal es el caso de los baby boomers, los que hoy son factor de riesgo ante el Coronavirus.

Según la psiquiatra Angélica Zetina hay una serie de factores en los viajes que influyen en los viajeros suicidas en potencia, comenzando con la época, donde verano y Navidad son predilectos para ello. Pero también, señala la psiquiatra, “estos desesperados viajeros buscan los sitios en donde sea favorable morir, por ejemplo ¿Qué ofrecen los hoteles a los suicidas? Sin duda, allí, el ser humano que atraviesa por una depresión se encuentra desubicado y más vulnerable que en un espacio conocido”. Además, prosigue “es difícil que en estos espacios aparezca un pariente o vecino para evitar esta tragedia, pues regularmente estos pacientes tienen la precaución de dar un nombre falso al hacer el check-in. Todas estas razones operativas hacen de éstos, lugares propicios para cometer un suicidio. Pero ahora ya se comienzan a conocer historias de pacientes terminales que han encontrado un aliciente para dejar de tener pensamientos suicidas, esto a partir de la pandemia y de las noticias que muestran historias tristes y dolorosas acerca de familiares que no pudieron despedirse de un familiar contagiado”.

Y así será la historia moderna, las reglas para comprender la vida y la muerte cambiaron a partir de la pandemia que ha sacudido al planeta entero. Independientemente del virus, el confinamiento nos está a poniendo a prueba para reconocer verdaderamente cuáles son nuestros ideales, nuestros sueños, la misma certeza, el valor de las personas, el valor de la vida y la muerte.

Estamos tratando de entender al miedo. Pues al igual que los enfermos terminales, estamos reconociendo que la vida, con todo y sus retos, es más bondadosa de lo que imaginamos, es la mágica opción de saludar y despedirte de tus familiares antes de viajar al más allá, uno de los momentos más especiales para el espíritu del ser humano y que no pueden realizar los paciente con COVID-19 que deben de ser intubados. Ellos no tienen la opción de dar el último adiós a sus seres queridos. Algo realmente lamentable.

Si, este cambio de página nos va a dejar una gran lección para aprender. Una de ellas será reconocer que el orden mundial y los sistemas sociopolíticos que conocemos han dejado de ser viables.

No es posible que en el planeta haya más armas que camas de hospital. La riqueza ya no es atesorar sino compartir conocimiento, lealtad, alimento, amor. Ahora reconoceremos la importancia de las personas. Porque allá afuera, con toda la valentía, hay un ejército conformado por médicos, policías, enfermeras, campesinos y comerciantes que salen todos los días para que nosotros podamos tener lo elemental mientras nos quedamos en casa, en nuestro hogar.

Sin ellos no hay ciencia, no hay medicinas, no hay alimentos, no hay gobiernos, no hay alegría, no hay política, no hay economía. Porque esta pandemia nos está enseñado a conocer y reconocer cuáles son las profesiones y oficios más importantes del mundo. Y no son los magnates ni los políticos.

De esta manera estamos conociendo que cada individuo deberá tomar sus propias decisiones para el beneficio de la comunidad. Ahora entenderemos que cada quién es responsable de su vida y de su muerte, pero también deberemos de respetar y apoyar, sin importar religión ni credo, la decisión de cada individuo acerca de su partida, del confinamiento eterno.

Lo que nos ha dado esta crisis es una oportunidad única de vernos a nosotros mismos y al planeta desde la perspectiva más clara. En ningún otro momento, en nuestras vidas, hemos tenido la oportunidad de ver qué sucedería si el mundo simplemente se detuviera.

Hoy lo conocemos, hemos sido testigos de ello y hemos entendido que el mayor regalo, el mayor lujo, es la vida. Es momento de cerrar los ojos, de respirar hondo hasta ignorar el ruido y el miedo para pensar qué queremos hacer de nuestras vidas, qué es lo más importante, cuál será el legado que queremos dejar para la posteridad, para mejorar el planeta y para generar mejores seres humanos.

“QUIERO TENER EL LUJO DE VIVIR SIN PRISA

DE PREPARAR Y DISFRUTAR MIS ALIMENTOS CON CALMA DE DORMIR LO SUFICIENTE

DE TENER TIEMPO PARA CONTEMPLAR LA VIDA

QUIERO GOZAR EL LUJO DE SER YO MISMO

DE NO SENTIR LA NECESIDAD DE IMPRESIONAR A NADIE DE SEGUIR MIS IDEALES

DE HACER LAS COSAS QUE MÁS DISFRUTO

Y PODER VIVIR DE ELLAS

QUIERO VIVIR CON EL LUJO DE NO TENER MIEDO DE ACEPTAR LO QUE VENGA

DE ADAPTARME A CUALQUIER SITUACIÓN

DE NO ESPERAR NADA

Y SOBRE TODO QUIERO TENER EL LUJO MÁS GRANDE DE TODOS: EL LUJO DE SER FELIZ AHORA… CON O SIN LUJOS.

¿Y A TI QUÉ LUJOS TE GUSTARÍA TENER EN TU VIDA?”

 

La vida minimal, Pedro Campos

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