EXPOSICIÓN: SOÑAR LA REALIDAD

EXPOSICIÓN: SOÑAR LA REALIDAD

Óscar Flores y David Paniagua, comunión de disciplinas artísticas…

David mueve la cámara intencionalmente para mirar de otra forma la luz, para ver cómo al imponerle una intención humana, su ritmo cambia. No toda fotografía equivale a un instante quieto. Una catedral iluminada se vuelve en la noche, bajo una lente que se propulsa ligeramente al exponer, en una ciudad de múltiples torres, con carreteras y destellos, con siglos que de pronto se ponen en fuga. Se va el tiempo acumulado en el Hôtel-Dieu en Lyon, Francia, se escapa de la época en que ese edificio era un hospital y François Rabelais escribía ahí las vidas de Gargantúa y Pantagruel, dos seres imaginarios vueltos líneas que refulgen y se van.

Una cámara que primero enfoca y luego a propósito se desplaza, captura ese espacio entre el antes y el después. Lo hace con las cosas que el hombre construye, pero también con las que la naturaleza diseñó. Así, los polluelos de flamenco que se arremolinan alrededor de su nodriza en Las Coloradas, Yucatán, se diluyen en diagonales grises y picos apenas azules. Huyen hacia el futuro, hacia el color rosa que aún falta a sus pequeños cuerpos y que habrá de dar sentido a su existencia. También hay claridad en lo difuso, nos cuenta el ojo de ese flamenco adulto que custodia el porvenir.

Dice John Berger que “para un animal, su entorno y su hábitat natural son algo dado; para el hombre, pese a la fe de los empiristas, la realidad no es algo dado: hay que buscarla continuamente, hay que agarrarla”. Eso es lo que hace Óscar por su lado: tantea la realidad que poseen los animales, tan parecida a la mística, tan cercana a la muerte. Aquí una calavera, allá una serpiente, a veces un águila o un jaguar, hojas y soles, una Virgen, y siempre en todas partes un mismo cielo estrellado.

Óscar ilumina con puntos el camino de su búsqueda, se sirve de la opacidad de los lienzos —le gustan los negros— para dibujar estelas metálicas siempre en movimiento. No importa la superficie: el casco de una motocicleta, un mural en un restaurante de Toronto o la periferia de una foto. Sus nubes punteadas, hechas de pintura acrílica y vinílica, avanzan en la penumbra para dar nueva vida a lo que hay de primigenio en lo humano. Este es el diálogo entre un fotógrafo y sus líneas, David Paniagua, y un artista plástico y sus puntos, Óscar Flores.

Así son este dúo de artistas. David Paniagua con la lente y Óscar Flores con la pintura, dos entidades que ejecutan cada pieza como una sola obra, un solo elemento. Dos personajes que compartirán sus piezas en la Ciudad de México este próximo sábado 15 de abril a las 17:00 horas en Garko Café Culutral, ubicado sobre Insurgentes Sur, número 1793 – 103, colonia Guadalupe Inn.

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