SEVILLA: ENTRE TABLAOS Y CHIRINGUITOS

SEVILLA: ENTRE TABLAOS Y CHIRINGUITOS

Por Jane Douglas

Jolgorio, lamento, complicidad, pasión, sensualidad, espontaneidad. ¿Cómo es que entre notas musicales se cuelan tantas sensaciones simultáneamente? ¿cómo es que se entienden sentimientos dispares encendiendo por igual una plaza, un salón, una calle, un museo, las tablas, el suelo? ¿Será porque en el baile y el toque se fusionan culturas distintas y complementarias?
Bendito el día que se unieron andaluces, moriscos, castellanos, gitanos, judíos y todos los que aportan su arte para heredarnos este Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad que es el flamenco. Ese ritmo que nace desde las entrañas para alimentar el corazón, repartiendo movimiento a los brazos, las manos, las piernas, y que se queda afligido en la garganta para brotar con fuerza en el canto, las lágrimas, las risas y el olé.
De Andalucía, la cuna del flamenco, ha llegado el hechizo hasta Japón, donde hay más academias de flamenco que en toda España. Pero es que el flamenco no hay que estudiarlo para sentirlo, como diría Antonia Mercé, La Argentina: “La técnica no hizo jamás a una bailaora. No hay escuelas para formar bailaoras como no las hay para las poetas”.

EN DÓNDE SENTIR EL DOLOR ANDALUZ

Disfrutar de un verdadero y original espectáculo de flamenco no es tarea fácil. La popularidad engaña, pervierte, transforma (o deforma). Hay lugares como el Museo del Flamenco y la Casa de la Memoria en Sevilla, capital de Andalucía, donde aman el arte, lo respetan y lo comparten para envolver y formar parte de la cultura del flamenco.
El Museo del Baile Flamenco, ideado por la bailaora Cristina Hoyos, fue construido como lugar de encuentro y fusión de culturas milenarias, mezclando todo, desde la Biblia, Los Vedas, el Tripitaka, el Talmud, la Torá y el Corán.
Es un espacio que la da cabida a testimonios de los grandes del flamenco, una colección de fotografías, música, espectáculos, vestuario y castañuelas acompasan el viaje por la historia del baile en quienes lo visitan.

La Casa de la Memoria es otro espacio cultural donde se abre paso el flamenco moderno. El de las mujeres que cuelgan vestidos vaporosos y bailan con pantalones demostrando que el flamenco nace y se siente desde adentro. El de los hombres que se atreven a desnudar con la mirada, que se mueven con el garbo gitano, que cantan con añoranza y voz quebrada, que tocan la guitarra retando el compás de las notas musicales. Una casa con patio interior, dos plantas y unas tablas que vibran con el zapato y la pasión del flamenco.

TABLAO HASTA EL AMANECER

Pero una noche de juerga en Sevilla no existe sin dar una visita por uno de los pasos obligados, La Carbonería, especie de antiguo caserón-tablao donde se agolpan en la entrada los aficionados más fetichistas, con verdadera curiosidad por el flamenco, y los otros, los turistas, los que cada verano adornan las calles con su ingenuidad cultural.
Verles allí, junto con los señores de sesenta y tantos años oriundos del barrio que van a tomar el mostito todos los días, más algunas familias gitanas que acompañan a los cantaores, da como resultado una Torre de Babel posmoderna de lo más fotografiable.
A pesar del toque nostálgico y un tanto dejado del lugar, no parece haber rastro de aquellas épocas setenteras donde el canto flamenco y el tablao eran sinónimos de fiesta casi sin límites. De hecho, uno lleva tan presente la leyenda sobre esos lugares que roza la decepción cuando entra al baño y lo ve limpio de cualquier sustancia ilegal o personajes sospechosos.

La Jara, también en el casco antiguo de Sevilla, es otro sitio donde coinciden otros aficionados y profesionales; es un punto asiduo de reunión. Todos se conocen, todos están de buenas para recibir dosis de hipnosis bailaora y todos hablan de flamenco y batallitas.
Para cambiar de barrio hay que llegar a la Triana, a la Casa Anselma que, como imaginan, es la dueña y protagonista absoluta del lugar. Casa Anselma cumple con todos los clichés que puedan abastecer a un buen turista llegado desde donde sea. Ella porta en su muñeca una pulsera de colores mientras cabezas de toro disecadas adornan la pared; imágenes de cristos y vírgenes y cierto olor a garrafón. Todo tan kitsch que podría haberlo diseñado el mismísimo Jeff Koons.

Una alternativa más está en los Corralones, de la calle Castellar. Se trata de una antigua corrala de vecinos que hace años se hizo tan popular que se vio inmersa en juergas abarrotadas hasta el amanecer, todo de forma ilegal. Quien allí tenía un local, recogía unas neveras viejas, unas cervezas y hacía negocio. Cantaores aficionados amenizaban las madrugadas por los distintos locales. El ayuntamiento y la policía acabaron con aquello, al menos con lo más excesivo, porque aún sobreviven algunos locales que, aunque sin licencia para dar espectáculos, están constituidos como peña flamenca. “Al llevar cierto control del ruido y de la gente que puede entrar, aún no teniendo licencia de actuaciones, la policía viene y da el visto bueno”, según cuenta el presidente de la Peña Flamenca Niño de la Alfalfa, que organiza su espectáculo y es de los pocos supervivientes del Corralón.
El local es pequeño, no cabe un alfiler, y el calor es tan insoportable que hasta se antoja beber con gusto una Cruzcampo para disfrutar de este espectáculo realmente bueno; no hace falta ser un experto para apreciarlo. Tanto la cantaora Guadalupe Torres como el bailaor Marcos Flores dan la sensación de ganarse la vida con esto.
Por la madrugada se unen cantaores flamencos con sevillanas. Se comprueba que Sevilla tiene un ambiente que conjuga lo purista con lo casual; es un buen momento para esperar el amanecer mientras la música y la danza continúan sin parar. Se trata del corazón palpitante de la hermosa Sevilla, joya de Andalucía.

  • El Flamenco es seguramente la expresión más pura del folklore andaluz. Cuentan que sus orígenes se relacionan con la llegada de los gitanos en el siglo XV a las campiñas gaditanas de Jerez y a Sevilla. A mediados de siglo XIX se populariza a través de los cafés cantantes.

  • El primero de estos cafés cantantes se abre en Sevilla hacia el año 1885, extendiéndose posteriormente por Andalucía y Madrid. Hasta entonces el flamenco no había salido de reuniones familiares o fiestas particulares.

 

MUSEO DEL BAILE FALMENCO: museoflamenco.com

LA CARBONERÍA SEVILLA: Céspedes 21, 41004, Sevilla

CASA ANSELMA: Pagés del Corro, 49

LOS CORRALONES: Castellar 46, 41003

CASA DE LA MEMORIA SEVILLA: casadelamemoria.es

 

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